Retos y oportunidades de la universidad en un contexto global, pOr Jaume Pagès
¿Cuál es el futuro de la universidad?
«El momento en el que entramos, que es el de la sociedad del conocimiento o de la información, el conocimiento y la información pasan a ser muy importantes. Mucho. Todo el mundo está convencido de eso. Y entonces, está claro, el sistema que está diseñado para generar y para transmitir este conocimiento vive más presión. ¿Y qué puede pasar? Solo hay dos salidas: que sea capaz de dar respuesta o que no sea capaz. »
«Yo creo que el sistema educativo, sobre todo el sistema de enseñanza superior, en estos momentos vive en una enorme tensión que no disminuirá en un futuro inmediato sino que incrementará; lo obligará a adaptarse y cambiar para marcar un poco el futuro de una sociedad que ya es muy diferente de la de, no hace cien años, sino veinte años.»
«Si es capaz de dar respuesta tiene un futuro, yo diría, extraordinario porque siempre lo ha tenido, pero ahora más porque el tema propio –el hardcore, el núcleo duro del mundo universitario– pasa a estar en el primer nivel de importancia para el futuro de nuestra sociedad y todo el mundo lo reconoce. Por eso, quien sea capaz de hacerlo, y hacerlo bien, tiene un futuro muy claro y extraordinario.»
«Si no es capaz de hacerlo bien, también corre el riesgo de que, como es importante –si no lo fuera no pasaría nada, pero sí es importante– no se le puede permitir que no lo haga bien y que no dé respuesta y, por eso, ¿qué puede pasar? Simplemente que sea sustituido.»
«Hoy en día hay entidades con poder económico suficiente que echan por el atajo y crean sus propios centros educativos y esto no deja de ser un elemento de sustitución de un modelo por otro: unos centros que denominamos universidades corporativas, que las hay, y que van experimentando junto al sistema tradicional con voluntad de ocupar un espacio, y si lo hacen es porque creen que el otro no está al nivel o no da respuesta a las necesidades que hay que cubrir.»
«Este es un reto extraordinario para las instituciones de enseñanza superior, que, además, tienen una inercia muy grande y cambiar les cuesta porque hace tantos años que duran que, a pesar de que han ido cambiando, lo hacen a un ritmo relativamente lento. Un ritmo al cual están acostumbrados a cambiar que no sé si es suficiente para las exigencias de futuro de nuestra sociedad. Y se corre el riesgo de una cierta sustitución.»