«En la era del conocimiento, los países tendrán éxito en la medida en que lo tengan sus universidades», por Michael Murphy
Presentación del rector
Bienvenidas y bienvenidos a la lección inaugural, el acto académico e institucional que abre oficialmente el curso 2022-2023.
Ya quedan atrás la mayoría de las restricciones provocadas por la pandemia, que, de una forma u otra, nos han transformado personal y colectivamente. Han sido dos años en los que la UOC no ha detenido su actividad ni un solo día. Y quiero aprovechar para agradecer a los más de 87.000 estudiantes que tenemos en 141 países la confianza que han depositado en nosotros y que depositan año tras año, ¡y ya van más de 25! Dos años en los que, además, la UOC ha sido llamada y se ha tenido que multiplicar para asesorar a gobiernos y organizaciones de todo el mundo, de modo que se ha convertido en un referente conocido y reconocido.
«Somos lo que hacemos. Y hoy podemos decir que hemos hecho y hemos hecho mucho.»
A pesar de todo, vivir "tiempos interesantes" no te permite bajar la guardia, puesto que ni los cambios ni los desafíos se detienen. Por un lado, tenemos las réplicas a consecuencia de la covid en forma de recesión económica y dificultades políticas. Por el otro, encontramos los efectos de la estupidez y la codicia humanas en forma de emergencia climática y nuevas guerras, entre ellas, una a las puertas de Europa que reabre la pesadilla nuclear.
Todo ello nos interpela como ciudadanía y como universidad. Porque, como le gusta recordar a nuestro invitado de hoy, el doctor Michael Murphy, la utilidad de las universidades pospandémicas estará en función de su capacidad para conectarse a la realidad que las rodea. De aquí la importancia de saber dónde estamos, de atender lo esencial sin olvidar lo urgente.
Llevado al futuro inmediato de la UOC, sirva como ejemplo la necesidad de perseverar en el proceso de digitalización interno y en la evolución de nuestro modelo educativo, mientras nos proyectamos al futuro a través de proyectos clave como el campus del Poblenou: tres edificios en el corazón del distrito tecnológico de Barcelona que nos permiten concentrar nuestra actividad y donde se ubica el nuevo Hub Interdisciplinario de Investigación e Innovación, a punto de ser inaugurado y presentado públicamente el día 28 de octubre.
«Porque, para andar hacia adelante, tan importante es el gesto atrevido del pie que avanza como asegurar la robustez del apoyo: avanzar y consolidar, consolidar y avanzar.»
Y, a la vez y cada cierto tiempo, pararse para recalibrar. Simple y llanamente, rendir cuentas.
La universidad es una institución de larga tradición que, en época contemporánea, ha visto convivir dos grandes modelos: el alemán, centrado en la investigación y derivado de Von Humboldt; y el francés napoleónico, focalizado en la profesionalización. Cada uno tiene ventajas e inconvenientes e, incapaz de decantarse por el uno o por el otro, nuestro sistema universitario ha terminado intentando una difícil síntesis con resultados no siempre óptimos.
Y es que, al margen del modelo o de la síntesis, toda institución de educación superior se ha visto condicionada por el llamado "triángulo de hierro", formado por tres conceptos esenciales: el acceso a la universidad de las nuevas generaciones, la calidad de la educación recibida y el coste. Cualquier cambio en uno de los conceptos afecta directamente a los otros dos. Dicho de otro modo:
«Resulta imposible, por ejemplo, maximizar el acceso y la calidad, minimizando el coste.»
Algunas voces han considerado que el formato en línea podría ser la respuesta para salir del callejón sin salida, puesto que la tecnología puede permitir una significativa reducción de costes. Con todo, este ahorro abre un doble escenario. Por un lado, encontramos nuevos modelos de universidad en busca de negocio que, en vez de reorientar el ahorro en favor de los otros dos vectores, se lo apuntan como beneficio, con lo que se convierten más bien en un nuevo triángulo... no de hierro, sino de las Bermudas, donde calidad e investigación son desterradas para lograr el máximo provecho económico.
Por el otro, están los centros que, coherentes con la misión pública que les ha sido confiada, entienden el posible ahorro fruto de la tecnología como palanca de reinversión para construir una universidad donde cabe todo el mundo y donde la calidad es la brújula de la actividad docente y de investigación. No es un hablar por hablar.
«De la primera característica —el acceso—, la UOC ha sido ejemplo, al convertirse en la universidad de los que trabajan, en la universidad del territorio y en la universidad de la inclusión.»
Del segundo rasgo —la calidad—, estoy convencido de que el doctor Murphy nos hablará de ello en su lección de hoy. Como presidente de la Asociación de Universidades Europeas —pero también a lo largo de su trayectoria como rector y académico— ha subrayado siempre que la fortaleza del proyecto europeo está intrínsecamente vinculada a la consistencia de su sistema universitario. Porque representa un baluarte de inclusión social, de desarrollo regional y de innovación social y tecnológica; y porque promueve valores como la apertura, la tolerancia y la colaboración internacional.
A pesar de esto, esta resiliencia necesita de políticas e inversiones ambiciosas y, a la vez, le hace falta que el mismo sistema crea en la importancia de su papel. De aquí la relevancia de las evaluaciones independientes, de las apuestas decididas por el conocimiento y la investigación, y de participar e influir en definir la Europa de mañana, de preparar a la ciudadanía del futuro y colaborar con ella.
En resumen, no se trata de inventar la pólvora, sino de ser conscientes del estrecho vínculo existente entre acceso, coste y calidad en la educación superior y de la necesidad de actuar en consecuencia —universidades, Administración y ciudadanía— para garantizar cuestiones esenciales como la equidad, la sostenibilidad y la empleabilidad. Flexibilizar el triángulo de hierro no responde a intereses particulares, sino a razones de beneficio colectivo.
En la UOC hace más de 25 años que trabajamos en ello, junto con más de 850 centros de 49 países que constituimos la Asociación de Universidades Europeas. Y hoy tenemos el honor y el privilegio de contar con su presidente. Estoy convencido de que su visión y sus palabras nos ayudarán a desbrozar los retos que, como académicos y ciudadanos de Europa, hoy tenemos planteados.
Josep A. Planell
Rector de la UOC