El proceso de investigación e innovación está experimentando grandes evoluciones que no están necesariamente alineadas con las métricas que a menudo dominan la evaluación, como el número de publicaciones o la cantidad de artículos en revistas con un elevado índice de impacto (high journal impact factor, JIF).
La forma como se evalúan los proyectos de investigación, los investigadores, las unidades de investigación y las instituciones de investigación es fundamental para que un sistema de investigación e innovación funcione bien. La elección de los financiadores e instituciones de lo que deben medir para la evaluación influye directamente en la cultura y los comportamientos de la investigación, la calidad del sistema de investigación y la agenda de investigación de las instituciones y naciones. Por ejemplo, las decisiones sobre la asignación de fondos de investigación, el avance de la carrera académica y la contratación de personal pueden perjudicar potencialmente a los campos de investigación con un impacto social alto pero con baja prevalencia en métricas dominantes.
Los indicadores bibliométricos no reflejan todas las contribuciones potenciales ni los méritos, como el desarrollo de la creatividad y la innovación, la contribución al bien común y a la calidad, el valor y el impacto social de la investigación o la promoción de la colaboración entre investigadores, entre otros. Además, no tienen en cuenta las condiciones de desigualdad que, como en otros campos de la acción humana, restringen las posibilidades de publicar del personal investigador.
Por las razones mencionadas anteriormente y por algunas características estructurales de la academia, la reforma de la evaluación de la investigación se considera cada vez más una prioridad para garantizar la calidad, el rendimiento y el impacto de la investigación.